Crítica: Con sangre y fuego (1999)

 

Por HoJu

Anteriormente en el ciclo "Cine de vodka y fuego": La fortaleza de Brest - 1612

 

Título original: Ogniem i Mieczem

 

Director: Jerzy Hoffman

 

 Guión: Jerzy Hoffman y Andrzej Krakowski, basado en la novela de Henryk Sienkiewicz que, por cierto, no hay quien la encuentre en español.

 

Intérpretes: Michał Żebrowski (el bigotudo y galante oficial polaco Jan Skrzetuski), Aleksandr Domogarov (el bigotudo y temerario cosaco Jurko Bohun), Krzysztof Kowalewski (el bigotudo y gordo borrachín Zagłoba), Wiktor Zborowski (el archibigotudo y honorable caballero Longinus Podbipięta), Bohdan Stupka (el bigotudo atamán de los cosacos de Zaporozhia Bohdan Khmelnytsky), Andrzej Seweryn (el bigotudo y orgulloso príncipe Jeremi Wiśniowiecki)... a decir verdad, en esta película hay tantos bigotes como actores. Creo que la única persona del reparto que no luce un frondoso mostacho es Izabella Scorupco (Helena Kurcewiczówna, la damisela en disputa).

 

 

Crítica:

 

Sigamos con nuestro ciclo de cine histórico/épico de Europa Oriental. Como prometí, después de La fortaleza de Brest y 1612, tocaba una película polaca que, para variar, está bien doblada al español y hasta la he visto emitir en algún canal de la TDT.

 

1999 fue un año de continuación de grandes sagas. George Lucas nos vomitó en la cara el Episodio I de Star Wars. Y por si se creía muy original con eso de rodar precuelas de películas hechas décadas antes, resulta que mientras tanto en Polonia, Jerzy Hoffman estrenó el episodio I de su propia trilogía, que había empezado en 1968 con El Diluvio y había continuado en 1974 con El Coronel Wołodyjowki, adaptaciones de las partes segunda y tercera respectivamente de la serie de novelas que dedicó el escritor Henryk Sienkiewicz a la historia de Polonia en el siglo XVII. Si la primera parte no se rodó hasta 1999 es porque las autoridades comunistas no veían bien eso de mostrar en pantalla a los hermanos proletarios de las repúblicas socialistas de Polonia y Ucrania dándose de galletas, y hubo que esperar a la caída del Telón de Acero. Por lo visto, zurrarse con suecos y turcos, que es lo que se hace en las dos películas más antiguas (que todavía no he visto), sí estaba bien visto.

 

La trama es la típica historia de aventuras: chico conoce chica prometida con cosaco, chico y chica se enamoran, cosaco arrasa la finca de chica y asesina a su familia... un clásico triángulo amoroso con la guerra como trafondo, búsquedas, encuentros, secundarios épicos o graciosos según convenga, y batallas y duelos sazonándolo todo.

 

La acción se sitúa en 1647, durante la rebelión del atamán cosaco Khmelnytsky contra la nobleza polaco-lituana (ambos estados estaban unidos en la República o Mancomunidad de las Dos Naciones); en esta revuelta, los cosacos contaron con el apoyo más o menos encubierto de Rusia y el abierto y activo del kanato tártaro de Crimea (reino musulmán contra el que tanto polacos, furibundos católicos, como cosacos, furibundos ortodoxos, habían peleado codo con codo incontables veces). Jan Skrzetuski, joven noble polaco salva la vida a un viajero atacado por unos salteadores de caminos: el viajero resulta ser el mismo atamán Khmelnytsky que se larga con viento fresco de vuelta a su cuartel o sich de Zaporozhia. Jan llega a una posada donde conoce a un par de personajes que le acompañarán en su aventura: el veterano y borrachuzo-gracioso-a-ratos Zagłoba, y el gigantón caballero Podbipięta, que lleva a rastras un espadón heredado de su familia desde el siglo XIV, y cuya mayor ambición en esta vida es cortar tres cabezas de un golpe (en esos tiempos no había videojuegos y eso era lo más parecido a hacer un combo con multi-kill). Además, contará con su amigo Wołodyjowki y su fiel escudero Rzędzian, el otro personaje que sirve de alivio cómico. Durante su viaje, conocen a Helena, y ella y Jan se enamoran, mientras Bohun rechina los dientes (supongo, con el bigote no se aprecia).

 

La misión de Jan es presentarse como emisario ante los cosacos rebeldes y solo su deuda de vida con Khmelnytsky lo salva de ser hecho pedacitos pequeñitos, expresión de la hospitalidad cosaca para con los embajadores polacos. Como prisionero, es testigo de la derrota polaca de Zhovti Vody, donde vemos de nuevo, como en 1612, un par de bonitas cargas de húsares alados. Cuando recobra la libertad, Jan va a ver a su novia y se encuentra la hacienda arrasada por Bohun y a su chica en paradero desconocido.

 

Y dejemos aquí la sinopsis, que con todo el rollo de la introducción histórica (necesaria porque aquí se conoce muy poco la Historia de Europa del Este), ya me estoy pasando de rosca. La película fue hasta el año pasado la más cara del cine polaco (la nueva ganadora es del mismo director y susceptible de aparecer en este ciclo en cuanto la vea, por cierto) y como viene siendo costumbre, eso se nota en la cuidada ambientación y las excelentes escenas de batalla. Sus casi tres horas se pueden hacer largas a ratos pero en general mantiene un buen ritmo. Una buena banda sonora y unos personajes entrañables contribuyen a hacer una gran película de aventuras con el sabor de los clásicos, con el honor, el amor y la amistad como los valores dominantes. Quizás los intentos de alivio cómico pecan de payasismo, que a veces llega casi (solo casi, afortunadamente) a jarjarismo, por ejemplo con casi todo lo que hace Zagłoba.

 

Se agradece la visión razonablemente imparcial del conflicto ucraniano-polaco, que era lo que podía levantar más ampollas... y de hecho las levantó. Mientras la novela era bastante antiucraniana y anticosaca, como buena literatura de rafirmación nacional que era, la película sabe hacer ver las razones de la rebelión, que no eran otras que la tiranía de los nobles polacos, que al fin y al cabo estaban ocupando esas tierras y ninguneando a los cosacos menos cuando se trataba de hacerlos luchar en sus guerras; pero, por supuesto, los protas más simpáticos, guapos y buenas personas, son los polacos mientras los cosacos son bastante salvajes, cegados por su orgullo hasta el punto de dejarse manipular por sus enemigos históricos, los tártaros. Así que ni los nacionalistas polacos ni los nacionalistas ucranianos quedaron contentos con la peli. Los tártaros son igual de malos, moros y crueles en el libro que en la película, eso sí.

 

Hay que decir que, aunque aquí no nos suene de nada, esta historia es parte de la cultura popular polaca y la novela, por lo que he leido, es lectura obligatoria en las escuelas. Hasta una conocida saga de videojuegos le dedicó una entrega: Mount & Blade: With Fire and Sword.

 

Ni innovadora ni especialmente brillante, pero muy buena en lo suyo. Toda una epopeya de aventuras a la vieja usanza, que además nos acerca una parte de la Historia poco conocida al oeste del río Elba. Tiene mi más sincera recomendación.

 

La próxima parada de nuestro ciclo será la revisión de un clásico, también con cosacos de por medio.

 

 

 

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Comentarios: 3
  • #1

    więcej (viernes, 18 noviembre 2016 11:11)

    Jekyll

  • #2

    sex tel (miércoles, 11 enero 2017 21:07)

    podosypywawszy

  • #3

    czytaj dalej (martes, 05 septiembre 2017 10:37)

    najdrapieżniejszy