La pose

 

Porque una victoria nunca está completa sin un buen y elegante final.

 

Qué menos que una miradita a la cámara que curiosamente pasaba por allí... lo  que nos hace pensar en la gran cantidad de victorias no inmortalizadas, posiblemente más épicas que cualquiera de las aquí presentes... Por esta razón cualquier comandante que se precie debe procurar no solo que sus soldados sean poderosas máquinas de matar, sino que salgan guapos en la foto... o no demasiado feos. La pulcritud es recomendable para los soldados de bellas facciones, pero la mierda puede ser también una aliada a la hora de inmortalizar a los fetos malayos más vomitivos de tu ejército, haciendo que disimulen sus defectos y de paso, que parezcan esforzados y heróicos luchadores que sacrifican su vida y su higiene por la causa que defienden. Un bello paisaje o un tratamiento en blanco y negro siempre ayudan, aunque sea para disimular, como en el caso de la famosa foto de la conquista de Peña Tú.

Aunque nada mejor para deslumbrar a los espectadores que un equipamiento de última generación, que al mismo tiempo asuste a los enemigos y haga pensar a los nuestros: "Sí, en esto se están gastando mis impuestos. De puta madre". Objetos como estos son capaces de convertir al inútil ser humano en el más temible depredador, ponerlo por encima de los simples animales (escepto quizás del gato francotirador) y otorgarle la victoria ante cualquier oponente. A esto se dedican nuestros talleres y laboratorios más avanzados, produciendo materiales de tan alta calidad y tan moderna factura como los que vemos en la imagen. Sí, amigos, hace falta un excelente dominio de la más puntera tecnología para fabricar esas gafas.


No por ello debe prescindirse de lo clásico, del rancio saborcillo de las glorias de antraño. Este guerrero cubierto de mallas (afortunadamente, mallas de las que sí dejan algo a la imaginación) y armado con espada y escudo, evoca una estampa heróica de tiempos más felices, y presenta un aspecto mucho más amenazador en los campos de Hastings de lo que presentaría, por ejemplo, cubierto por una camiseta y armado con un mango de rastrillo y un plato, en el pasillo de la sección de jardinería de un hipermercado.

Examina tus sentimientos; sabes que es cierto.
Examina tus sentimientos; sabes que es cierto.

 

Pero no penséis que el pasillo de la sección de jardinería de un hipermercado no es adecuado para ningún tipo de guerra psicológica. Es bien sabido que Alejandro Mango subía la moral del ejército macedonio obsequiando a sus tropas con ensalada de frutas y los arengaba con capítulos de los Fruitis, así que nunca subestimes el poder propagandístico del reino vegetal. Otra manera de convertir un lugar de lo más vulgar en un épico escenario para nuestro onanismo visual es centrar la atención en elementos impresionantes ajenos al entorno que deslumbren con su presencia: unas simples cortinas de encaje pueden convertir un triste saloncillo en una acogedora estancia... mierda, ¿quién ha metido el "Casa y jardín" entre mis apuntes de guerra psicológica?... Por supuesto me refería a elementos temibles y elegantes a la vez como los sables láser. La mirada de cualquier viandante se centrará en la brillante hoja de energía y hará caso omiso de los tiestos de geranios o las ofertas de sustrato Compo. Además, está comprobado que los que esgrimen un sable láser parecen más altos y guapos, se les cura el lumbago y no les sale telilla en la sopa cuando se les enfría. Y resumiendo: queda de puta madre. Ponga un sable láser en su vida, aunque sea con Paint...