El Más Maloso del Mes

Año II, número 18 (octubre)

Esta es la historia de un hombre al que se le han atribuido grandes logros y que, a día de hoy, es considerado como uno de los más grandes navegantes y descubridores del mundo. Su memoria se honra con orgullosas estatuas, su nombre bautiza países y su recuerdo une naciones. Sin embargo, tras esa fachada de virtuosa bondad y valor sin igual, se esconde un verdadero buitre, un mezquino-traidor, mentiroso-compulsivo y estafador-de-reyes que nos ha tenido engañados... hasta hoy. Nos estamos refiriendo al único, al inigualable:

CRISTÓBAL COLÓN

Genovés avieso de mirada malvada... me suena
Genovés avieso de mirada malvada... me suena

No es la primera vez que un nativo de la bota itálica aparece en esta sección, y es que vivir en un pie gigante trastorna a cualquiera, hasta el punto de convertirlo en asesino. No es el caso de nuestro villano de este mes, que hizo muchas capulladas en su vida pero no nos consta que asesinara a nadie. Los millones de indios infectados por enfermedades, masacrados y torturados a consecuencia del Descubrimiento no cuentan, porque 1) no fueron tantos, coño, ya está bien con la Leyenda Negra; 2) algo habrían hecho, y 3) todo ello se hizo para extender la civilización y la Santa Religión que profesa todo italiano: el pastafarismo.

No, la maldad de Colón es mucho más sutil. Su famosa aventura transatlántica es en realidad una historia de despecho, venganza y codicia, que comienza en Portugal allá por los años 80 del siglo XV. Como los 80 del siglo XX, aquellos años estuvieron llenos de cambios políticos, novedades culturales y ropa hortera. Colón llevaba años navegando por el Mediterráneo, pero aquella piscina de pis era poco para él, de modo que empezó a interesarse por los chanchullos que se traían los portugueses en el Atlántico. Para ello se casó con la hija de un rico mercader de Madeira (las islas, no el material) y trapicheó información con su hermano, que era cartógrafo en Lisboa, mientras incubaba sus megalómanos planes. Quería las Indias, y las quería para él. Pero dos generaciones de marinos portugueses llevaban medio siglo avanzando pasito a pasito por el camino honrado, que era la costa de África y ahora que estaban a punto de llegar, no iban a dejar que un espagueti cualquiera les quitara el mérito yendo por el atajo.

Porque, por si no lo sabíais, resulta que la Tierra es redonda. Hay que decir que eso lo sabía todo el mundo desde unos dos mil años antes. Si nadie había ido antes a la India por el oeste, no era por miedo a caerse por el borde del mundo ni ninguna soplapollez de esas. Era sencillamente porque el camino era largo de cojones, y no había áreas de servicio donde comprar comida y casettes del Fary para el camino, como sí había en África (aunque por allí eran más bien top-manta).

¿Cómo pretendía entonces Colón engañar a los portugueses? Con unos cálculos imaginativos, sacó la conclusión de que la Tierra era más pequeña de los que se pensaba y que en dos tardes se llegaba a la India por el oeste. Tamaña trola los portugueses no se la creyeron, como era de esperar, así que Colón, deseando vengarse de ellos, puso sus ojos en le reino de al lado, Castilla, donde reinaba Isabel la Católica. Colón se dijo "Questa é la mia" y, cual Eros Ramazzotti del Renacimiento, puso cara de italiano seductor y chuloplaya, y a la reina se le cayeron las enaguas. Una comisión de sabios de Salamanca echó un vistazo a los cálculos colombinos y advirtió a la reina de que la estaban timando, pero Isabel era de letras, así que prácticamente hipotecó el reino para financiar a Colón y un "ti amo, ti amo" más tarde, le concedió todos los privilegios de las tierras que descubriera, y no le concedió su mano porque ya estaba casada... y no le concedió otra cosa porque el marido estaba mirando.

Y aquí tenemos al bueno de Colón, con tres barcos y un océano por delante. No entraremos en detalles pero al final, de pura chiripa, se encontró un continente en medio, que si no llega a estar allí, a las Indias no habría llegado ni comiéndose a sus marineros uno a uno.

"No me puedo creer que haya funcionado..."
"No me puedo creer que haya funcionado..."

Tan flipado se quedó que acabó creyéndose sus propios cálculos y pensando que de verdad estaba en las Indias... o casi, que solo faltaba un poquito más, lo que le daba una excusa para pedir más dinero a los reyes. Para eso volvió a Europa, pero primero se pasó por Lisboa para restregarle a Juan II sus descubrimientos y hacerle rabiar. Pero el luso era bacalao viejo y sabía que, según el pacto que tenía con Castilla desde hacía años, todas las tierras e islas al sur de las Canarias eran legítimamente suyas. Colón se hizo el loco y mintió descaradamente diciendo que sus tierras estaban al norte, pero los portugueses ya estaban acostumbrados a la jetografía colombina, así que reclamaron el cumplimiento del trato. Si Isabel hubiera sabido que le iba a caer un continente en las manos, seguramente se habría leído la letra pequeña de aquel tratado. Para resolver el pleito recurrieron al Papa que, casualmente era paisano de Fernando el Católico, lo que sin duda no influyó naaaaada a la hora de pasarse sus anteriores bulas por el forro de la casulla y concedérselo todo a España. Como no daban pie con bula (*), hicieron falta dos. Y si con una ya se notaba el tongo, con dos Portugal se mosqueó de verdad. No se suele decir, pero con su bromita Colón casi causó una puta guerra.

Todavía volvió a las "Indias" otras tres veces, a cuenta de sus majestades, claro, y la segunda vez ya se llevó a sus hermanos como caporegimes, constituyendo el primer caso conocido de mafia italoamericana de la Historia. A los propios Reyes Católicos les empezó a oler mal tanta acumulación de poder y mandaron a un agente federal a ver qué negocios se traía la familia. El resultado es que los tres hermanos volvieron a Castilla encadenados, así que imaginad las maldades que habrían cometido, entre las que se contaban: querer hacer TRABAJAR a los colonos españoles (¡Habrase visto!), prohibirles sanos deportes como practicar sexo sorpresa con las indias (o cualquier otra clase de sexo... "Espera, ¿es que hay otra clase?", dijo un soldado español) y cosas peores. Además, fiel a su estilo, Colón había seguido trolleando a los reyes incluso a distancia, prometiéndoles raudales de oro que... cómo decirlo; no existían.

A pesar de todo, el padrino y sus hermanos fueron perdonados, pero se les ató más en corto. Y a partir de ese momento, las cosas empezaron a ir bien en el Nuevo Mundo. Tanto miedo se le tenía que nadie se atrevió a decirle que aquello no eran las Indias hasta después de muerto. Y eso que en sus últimos años decayó mucho y de poderoso capo di tutti i capi pasó a pequeño aprendiz de gansta del gueto.

Pero su sombra de maldad se extendió más allá de su muerte y, entre otras cosas, podemos establecer su conexión con nuestro otro italiano malvado y su obra televisiva: si no, echad un ojo a esto y decidme si Cristoforo Colombo no se merece el galardón de Malo del Mes de Octubre.