El más maloso del mes

Año II, Número 13 (mayo)

Esta sección está de enhorabuena. Este mes nuestros malos cumplen un año. La Tierra ha practicado un giro alrededor del Sol desde que alguien tuvo la genial ocurrencia de dedicar este espacio mensual a los más distinguidos bastardos, todos ellos engendros de la más pura maldad y merecedores de las más sulfurosas y churruscahuevos llamas del Infierno. Para ellos hemos preparado un detalle especial.

Sí, bueno, es que me iban a cerrar la tienda y se les habían acabado las tartas de pura maldad, ¿qué pasa?

 

Por eso quería hacer algo especial para esta edición. Por ejemplo, nombrar cabrona oficial a la responsable de la genial ocurrencia de crear este espacio mensual, responsable de que mes tras mes, como en una macabra ruleta rusa, nos repartamos la ingrata tarea de redactarlo ¡Oh, si oyerais los lamentos del desdichado que debe sacrificarse para inventar... digo, investigar las maldades que aquí se desvelan! ¡Ay de él, o ella! Porque, a pesar de nuestro aparente entusiasmo, no os engañéis; todos hemos llegado a detestar esta sección, que es el equivalente al lunes en nuestras obligaciones weberas mensuales. Si seguimos con esta farsa es por ellos, por nuestros niños, los auténticos protagonistas de este tinglado: John, Louis, Paolo, Zubat... Así que, para proteger sus frágiles mentes de psicópatas, ocultaré la identidad de la persona perpetradora del crimen que es esta sección y me buscaré otro capullo.

 

Bueno, pues como he renunciado a desvelar la identidad de ANIMAL... D'OH!, bueno pues que vamos con los verdaderos malos de la película. No prolonguemos más este suplicio.

 

Seguramente habréis oído muchas falacias sobre la Tierra Media y la llamada Guerra del Anillo. Puede que incluso hayáis leído ese panfleto propagandístico que es el Libro Rojo de la Frontera Oeste, obra digna de Goebbles, redactada por unos canijos peludos con complejo de inferioridad. Puede que entonces os suene raro lo que voy a decir. La mayor fuerza malévola de toda Arda no es Sauron ni Melkor ni los orcos. Los merecedores de nuestro premio de este mes son... los elfos.

 

Sé que puedo estar ganándome la ira de las hordas de fans mojabragas de Orlando Bloom (las que todavía no se hayan dado cuenta de que Legolas y Gimli eran más que amigos, claro), pero es que Peter Jackson, ese Leni Riefenstahl neozelandés, no nos cuenta toda la verdad. Hay que remitirse a documentos más imparciales (aunque cinematográficamente fecales) como la producción televisiva de 1977 El Hobbit, de Rankin y Bass, en la que apreciamos las diferencias en el tratamiento de la imagen de esta raza supuestamente superior. Os presento a Thranduil, el padre de Legolas.

¿De verdad creeis que en una generación esto puede convertirse en esto otro?

El aire de familia es innegable, las orejas y la melena son igualitas...

 

Pero a nadie se le concede el título de malo del mes por ser feo. Esto era solo para demostrar que la versión oficial de los acontecimientos no es la única posible (y porque la foto de Thranduil enseñando el paquete me hace gracia).

 

Según la cosmogonía de Arda, los elfos fueron los "primeros nacidos", los niños mimados de los valar (algo así como los dioses de este universo): más guapos, más listos, inmortales y superiores en todos los aspectos a los que vinieron después: hombres peludos y sucios, enanos más peludos y más sucios, etc. Los elfos utilizaron este mito para hacerse con el dominio de las demás razas y someterlas. Un ejemplo es el de la Ciudad del Lago, al este del Bosque Negro, habitada por hombres que estaban obligados a proveer a  reino élfico de Thranduil de alimentos y manufacturas. Porque los elfos nunca han trabajado. En su puta vida, y mira que es larga. Nos han hecho creer que vivían del aire, cantando mientras las ramas cargadas de jugosas frutas se inclinaban hacia ellos al pasar. Pero la realidad dista mucho de esta fantasía jipi.

 

Ciudad del Lago mandaba río arriba toneladas de productos, fabricados en condiciones infrahumanas, para que los elfos pudieran seguir con su elevado tren de vida. Para los radicales elfos cualquier tecnología de seguridad laboral era una (cara) aberración contra la Naturaleza y ellos solo querían productos naturales, así que todos los talleres eran de madera, incluso las fundiciones. Así se provocó el devastador incendio del año 2941 de la Tercera Edad, en el que fallecieron miles de trabajadores y que los medios oficiales achacaron al ataque de un dragón (en esos años la gente se creía cualquier trola sobre dragones, trolls o esquimales). La subsiguiente rebelión de los hombres fue ahogada en sangre por las tropas de Thranduil, gracias a la traición del humano Bardo, quien pactó por separado con el rey elfo. De nuevo sometidos, los hombres de Ciudad del Lago, fueron obligados a participar en las cruentas guerras de los elfos contra los pueblos trasgos y contra los enanos. De esta sangrienta historia, la propaganda sacó el heróico cuento de la Batalla de los Cinco Ejércitos.

 

¿Queréis más pruebas? Los hombres de Rohan, que "nunca mienten y por eso mismo no se los engaña fácilmente" afirmaban que el reino élfico de Lothlorien era un lugar siniestro y la dama Galadriel una malvada bruja. Sus argumentos se sustentan en las evidencias: ¿quiénes enseñaron a Sauron a hacer anillitos mágicos, eh? ¿Y quiénes, cuando vieron que las cosas se ponían feas, cogieron el primer barco al otro lado del mar? Y no creais que les ofrecieron plaza a los hombres después de haberlos metido en aquel fragado, ni siquiera un "venid a vernos en vacaciones".

 

Por no hablar de su estricta política de eugenesia, que prohibía los matrimonios con los untermenschen, o su campaña de desprestigio contra los enanos, a los que tenían envidia porque en realidad fueron los enanos los primeros en ser creados por el vala Manwë, aunque Ilúvatar los dejó en coma profundo hasta que creó y despertó a sus ojitos derechos, los elfos. Desde entonces, las dos razas están enemistadas. Imaginad el disgusto de Thranduil cuando su díscolo hijo Legolas, que había dejado la casa de papá para irse de Erasmus a Rivendel, dejó sus estudios allí y se fue de mochilero por la Tierra Media, en compañlía de otros ocho maromos de dudosa reputación. Allí conoció el amor en forma de Gimli el enano. La familia de Legolas quedó escandalizada y no aprobó la relación, por lo que le dejaron tirado cuando se hiceron a la mar. Los dos enamorados debieron enfrentarse a una procelosa travesía en un cayuco fabricado por el propio Legolas. Dados sus conocimientos de navegación, similares a los de un avestruz, no es raro que la pareja se perdiera para siempre. Sus cuerpos nunca aparecieron.

 

Esa es la realidad. Los elfos eran una siniestra mezcla entre nazis y ecologistas radikales y la Tierra Media está mejor sin ellos, aunque tardó generaciones en recuperarse. No tenemos datos de lo que ocurrió en la tierras de más allá del mar, (aunque sabemos que después de eso la abyecta raza élfica se extendió y colonizó BRUTALmente todos los universos de fantasía, desde Warhammer a The Elder Scrolls), pero sin duda los crueles orejas picudas encontraron en las Tierras Imperecederas alguna otra raza inocente a la que sojuzgar ¡Riéte tú de Hernán Cortés!